Una de las fiestas más mexicanas y antiguas está a la vuelta de la esquina, el Día de muertos. Algo que identifica a México alrededor del mundo es precisamente esa celebración a la muerte, porque así la tomamos y así la conocemos, como una fiesta. Es por eso que hoy hemos investigado un poco sobre el origen del pan de muerto, un elemento icónico que no puede faltar en esta fiesta.
La elaboración de este pan, contrario a lo que muchos puedan pensar, no se hace con partes humanas como ingrediente. Viene desde épocas prehispánicas en donde los sacrificios aún eran bien vistos y practicados con cierta frecuencia. La ceremonia consistía en sacrificar a una princesa en ofrenda a los dioses, se extirpaba el corazón y mientras aún latía se bañaba en amaranto. Luego el sacerdote a cargo de la ceremonia mordía el corazón como una forma de agradecer a los dioses.
Parte mexicano y parte español
Como era de esperarse, cuando llegaron los españoles a colonizar el nuevo mundo quedaron horrorizados con semejantes prácticas y las rechazaron completamente. En su lugar, y para evitar estos actos de canibalismo, crearon un pan de trigo con forma de corazón y lo bañaron en azúcar teñida de rojo. No era lo que los locales esperaban pero estaban conformes con ello. Así surgió el primer pan de muerto que, por supuesto, no contenía nada de muertos. Además, ¡aquí te dejamos la receta para prepararlo!
A partir del origen del pan de muerto, fue evolucionando conforme la cultura del pan crecía y se transformaba. Después, en el siglo XVIII tomó un nuevo auge con la influencia de Europa. Lo que en un inicio eran masas simples en un horno se convirtieron en piezas de todas formas, tamaños, colores y consistencias.
De este modo, el famoso y amado pan de muerto es un punto de encuentro entre la cultura prehispánica y la española. Mientras unos comían corazones frescos, los otros decían “cómete un pan cómetelo cómetelo cómetelo cómetelo”. Todo ello para festejar a la muerte y quienes ya habitan en ella.
El pan de muerto sigue cambiando
Hoy en día, el pan de muerto se prepara en prácticamente todo el territorio de México con sus respectivas variantes y/o tradiciones. Pero su consumo se ve notablemente mayor en el centro y sur del país, Oaxaca se lleva el premio a la mayor variedad de formas que van desde flores hasta animales.
Pero si hablamos de simbolismos más tradicionales podemos resaltar algunos puntos esenciales en su elaboración. Tiene forma circular representando el ciclo de la vida y la muerte. En el centro podemos apreciar un pequeño círculo que viene a presentar el cráneo del difunto, mientras que los ornamentos en cruz hacen alusión a los huesos y las lágrimas por aquellos que ya no están entre nosotros. Pueden ser los cuatro puntos cardinales que eran atribuidos a varios dioses, Quetzalcóatl, Tláloc, Xipe Tótec y Texcatlipoca.
A pesar de los simbolismos, la historia y el significado detrás del rico pan de muerto, no es la única pieza de relevancia en la fiesta a la muerte. Está llena de significados, historias e identidad que nos define como mexicanos que somos y el propio altar da cuenta de ello con sus variantes y personalizaciones según el ser que ya pasó a habitar el mictlán.
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