En la ciudad futurista de Tokio se creyó otra vez en el poder del deporte a un año después de lo planeado.
Durante la fiesta inaugural, el esfuerzo de una atleta sobre una caminadora eléctrica fue la semilla que germinó y proyectó digitalmente sobre el suelo ondas de colores que hicieron vibrar a un montón de espíritus unidos por fractales psicodélicos.
La celebración se tornó ritualista, hubo algunas posesiones demoniacas, entre bailes, se formaron los cinco aros entrelazados y, después de que las federaciones de cada país desfilaron, el fuego del Olimpo se transmitió de mano en mano.
Sobre la representación del Monte Fuji que hizo la escenografía mayor, una esfera metálica robóticamente se desplegó para descubrir el pebetero y, en el último beso de antorcha, se encendió el nuevo sol de los ahora treinta y tres deportes olímpicos. Tokio 2020 comenzó.
El canal en YouTube de Claro, la empresa de telecomunicaciones móviles más grande de América Latina, del multimillonario número 16 del mundo de acuerdo a la Revista Forbes, Carlos Slim Helu, fue la plataforma audiovisual que demostró que así debieran transmitirse las ligas y torneos de todos los deportes: Streaming y On Demand.
Para una televisión que nunca volverá a sus días hegemónicos del raiting, ignorada por completo por millenials y centennials, esta modalidad que ofreció Marca Claro para ver los Juegos Olímpicos de Tokio sentó el precedente, por lo menos, para la transmisión del Mundial de Futbol en Qatar a disputarse el próximo año.
De esta manera a lo largo de 17 días disfrutamos del deporte en su nivel más alto, impresionantes capacidades físicas, máxima concentración, compañerismo, resiliencia y una sed tremenda de alcanzar el éxito, con o sin medalla. Conocimos atletas que nos ganaron el corazón y hasta países que ni sabíamos que existían.
Tenía años como espectador sin sumergirme de lleno en un evento deportivo internacional como ahora que vi bastante de lo acontecido en las competencias de Tokio 2020, pero no porque yo quisiera perdérmelos sino porque la televisión acaparaba los derechos y volvía exclusivos la mayoría de los momentos.
Ahora aparte de apoyar a México desvelándome como un niño, realmente me regocijé con el despliegue atlético de cada deportista –sin importar su nacionalidad–, con su profesionalismo, su energía y la gran historia detrás de su participación.
Todo en pandemia resulta único, y los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (en verdad 21) también lo fueron, y de forma positiva.