Convivir con tu agresor

25/11/2020
Publicado por: Verónica Ayala

Las historias de abuso contra las mujeres están a nuestro alrededor. A veces, ellas tardan mucho en darse cuenta de lo que realmente sufrieron y en reconocerse como lo que son, víctimas.

Los agresores comúnmente están más cerca de lo que pensamos, desde un familiar o un amigo cercano, hasta tu propia pareja o expareja.

En este espacio contaremos algunas de sus historias, con las que quizá puedas identificarte y, en el mejor de los casos, te ayuden a abrirte y hablar de ello, porque recuerda, no estás sola.

Laura tenía 15 años y acababa de entrar a la preparatoria. Había estudiado en escuelas religiosas y, a diferencia de algunas de sus amigas, no había tenido novio ni contaba con experiencia sexual alguna.

Los fines de semana solía cuidar a las hijas pequeñas de una prima hermana mayor que vivía muy cerca de su casa, con lo que sacaba algo de dinero para sus gastos y salidas.

Una de esas noches, su prima y su esposo regresaban de una boda y éste se ofreció a llevarla a casa de sus papás, con quienes vivía, para que no se fuera caminando sola a esas horas.

Aunque la ruta era muy corta, pues su casa se encontraba a sólo algunas cuadras de distancia, de inmediato notó que daba vueltas sin sentido y de pronto orilló su camioneta en otro lugar.

“Lo único que recuerdo fue que tenía su pene afuera de su pantalón y se estaba masturbando, y me dijo que si yo lo tocaba o le daba unos besitos se haría más grande. Me tomó del brazo con fuerza para jalarme hacia él, pero yo me resistí y me hice atrás, me incliné hacia la puerta”, narró.

“Yo no entendía en ese momento nada de lo que estaba pasando, me puse muy nerviosa y no pude reaccionar más. Ahora que lo recuerdo, creo que debía gritar y salir corriendo. Pero todo fue muy rápido y no entendía nada, solo le dije que me dejara en mi casa, que me llevara”.

La joven decidió quedarse callada y nunca más dijo nada. Tuvo que soportar por años las reuniones familiares, festejos y convivencias donde estaba quien tanto la incomodaba. Hasta que años después, por una oportunidad laboral, se fue a vivir a otra ciudad.

“Fue muy difícil después de eso seguirlo viendo como si nada, tener que saludarlo, convivir con él y mi prima, cuidar a sus hijas, porque lo seguí haciendo por años, fingir que no había pasado nada”, recuerda.

“Y no sé por qué no dije nada. Yo creo que tuve miedo de que no me creyeran, que pensaran que a lo mejor lo había inventado o que había sido mi culpa. O peor, provocar una pelea y que mi prima lo hubiera dejado, afectar a mis sobrinas, no sé, pensé tantas cosas que podían pasar”.

Laura quiso creer que lo que había vivido había sido algo insignificante, una mala experiencia que con el tiempo lograría dejaría atrás. Pero la realidad es que el recuerdo, y la imagen desagradable de lo que vivió, siempre volvía a ella.

“Yo sé que no fue gran cosa y que no pasó a mayores, pero igual es algo con lo que he cargado y me costó años poder sacarlo. Aunque siga siendo incómodo y tenga que recordarlo cada vez que lo vuelvo a ver”, dijo. “Sé que no soy el mejor ejemplo, pero yo les diría, a quien está pasando por lo mismo, que no se queden calladas ni carguen con esto solas y sobre todo que no es tu culpa”.

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