De acuerdo a la socioestructura escolar de la nueva ola, tengo dos sobrines: una de once y otro de nueve años de edad. Les llamé a mediodía para preguntarles si en sus clases ya les habían enseñado los planetas y ambos dijeron que no; que aprendieron del sistema solar en un libro que les compraron sus papás, sin embargo, no recordaban todos los planetas y mucho menos el orden. Qué tiempos aquellos en los que las canciones infantiles eran canciones infantiles y no reguetón.
El orden de los planetas –del más cerca al más lejos del Sol–, yo lo memoricé con maquetas hechas con bolas de unicel de varios tamaños forradas de plastilina y cantando con Pipo, el payaso más popular de Monterrey, de peluca naranja y tiesa, quien –con su “Pi-Pi” y junto al Profesor Pilocho– me entretuvo pegado al televisor por las tardes de los ochentas con sus “aventuritas”, mucho antes de de que Mario Bezares entrara en la escena local sin importarle un carajo meter en las cabezas de los niños algo de provecho.
Pero como Pipo no incluyó en su canción “Fantasía Espacial” a CERES –que hasta el año 2006 se le consideró planeta enano al igual que Plutón cuando se acuñó esta nueva denominación–, y como mi conocimiento astronómico se estancó entre la escuela secundaria y la teoría de la tierra plana; este astro apenas entró en mi radar de curiosidades.
Resulta que CERES es el mayor de los objetos del cinturón de asteroides ubicado entre Marte y Júpiter, tan grande como el estado de Texas, y que fue explorado en la Misión Dawn de la NASA en la cual lo orbitó una sonda espacial desde el año 2015 extendiéndose hasta que la nave se quedó sin combustible en octubre de 2018. Tras dos años de concluida la misión, a través de la cuenta de Twitter @NASASolarSystem y dentro de una colección de artículos publicados en Nature Astronomy, Nature Geoscience y Nature Commmunications, los científicos del proyecto anunciaron que “el misterio se resolvió”:
Las regiones brillantes, captadas por la sonda Dawn que sobrevoló el planeta, son depósitos de sal que contienen hidrohalita, material muy común en el hielo marino.
Esta la primera vez que dicho compuesto se encuentra más allá de la Tierra, lo que apoya de manera contundente la hipótesis de que en CERES hay un océano bajo su corteza, pues para que este tipo de Sal se forme, es necesaria la presencia de agua líquida en combinación con actividad hidrotermal.
“Esto eleva a CERES a la categoría de mundo oceánico”, indicó Carol Raymond, principal investigadora de Dawn. Lo que abre la posibilidad de que aún albergue vida microbiana.
Junto con Marte y las lunas Europa de Júpiter y Titán de Saturno, ahora se suma CERES como candidato para ser el primer lugar en el que los humanos hallemos inteligencia extraterrestre.
Sigo a la espera del día en que la NASA encuentre con sus megatelescopios un monolito viajando por el espacio o un feto cósmico con los ojos abiertos como me enseñó Kubrick. La ciencia y la ciencia ficción, para mí, no son cosas aparte.
Bien desarrollado el tema
Como de costumbre, excelentes referencias en el tema.
Exelente tema