Yo estoy fuera del circuito científico. La mayoría de mis referencias son cinematográficas. Cuando me asignaron escribir este artículo sobre personas vivas que no tienen cerebro, lo primero que pensé fue en el personaje del primer filme a color en la historia del cine: el Espantapájaros de El Mago de Oz, la película por excelencia de las teorías conspirativas sobre el proyecto MK-Ultra, porque supuestamente para un control mental exitoso se combinan tres elementos: tortura, farmacología y simbolismo, este último, sacado de cintas infantiles como la mencionada (pendientes con una nota sobre este programa secreto al que también le conocen como Proyecto Monarca).
El Espantapájaros en lugar de cerebro tenía paja. Cuando Dorothy lo encuentra atado a un madero, él mismo dice ser un fracaso porque no tiene cerebro, no obstante, conforme avanza la historia, resuelve los problemas del grupo con lógica, saca a relucir su sentido del humor y hace gala de sus dotes artísticos al interpretar If I Only Had a Brain, en la que expone –más que su falta de materia gris y su deseo de volverse inteligente– una baja autoestima.
Agua en lugar de paja
Al final de la película, el personaje del Mago de Oz resulta ser un buen hombre pero un pésimo mago. El viejo demerita al cerebro llamándole “una mercancía mediocre que hasta los animales poseen”.
Como la evidencia real de que se tiene intelecto, el Mago enaltece los diplomas que se entregan en las Universidades y le da uno al Espantapájaros con el título de Doctor of Thinklogy (T.h.D.), dejándole en claro que para ser inteligente no es necesario un cerebro.
Pero a diferencia del Espantapájaros que en lugar de cerebro tenía paja, Noah Wall –el niño del que trata este artículo– nació con tanta agua adentro de su cráneo que su cerebro disminuyó su volumen al 2%. Por lo que fue llamado por la prensa: “El niño sin cerebro”.
Solo que antes de entrar en la historia de Noah, que lo ha vuelto una celebridad médica, primero veamos el otro caso famoso sobre Hidrocefalia y cómo el fragmento de un cerebro puede llegar a actuar como un todo.
Estaba vivo pero vacío
En 1980 se publicó un artículo en la revista Science sobre los estudios que realizó el neurólogo británico, John Lorber, sobre las pérdidas de la corteza cerebral. Escrito por Roger Lewin, el artículo se tituló: ¿Tu cerebro es realmente necesario?
Lewin tuvo acceso a los informes del Dr. Lorber y, durante años, fue perseguido por los Rayos X en blanco y negro de un cráneo humano que estaba vivo pero vacío, con un espacio cavernoso lleno de líquido donde debería estar el cerebro.
El caso del Dr. Lorber describía a un paciente que prácticamente no tenía cerebro. Su masa y tamaño cerebrales –en comparación a un cerebro normal– era solo del 5%.
Este paciente no lo sabía pero tenía Hidrocefalia, un trastorno que aumenta drásticamente el líquido cefalorraquídeo, el fluido transparente donde flota el cerebro.
¿Un genio sin cerebro?
Sin embargo la Hidrocefalia no era algo nuevo para el Dr. Lorber. Él estaba especializado en casos de bebés con Espina Bífida, una malformación congénita en la que existe un cierre incompleto del tubo neural, la estructura donde se origina el sistema nervioso, conocido como “el primer borrador” del cerebro y la médula espinal.
La Espina Bífida, en la mayoría de los casos, deja paralítico al recién nacido y le causa Hidrocefalia.
El hecho de un paciente con Hidrocefalia virtualmente sin cerebro no le asustó a Lorber. El doctor quedó impresionado porque este paciente –un estudiante de la Universidad de Sheffield, en Inglaterra– tenía un coeficiente intelectual de 126, un título en Matemáticas y, en todos los ejes sociales y cognitivos, se mostraba como una persona normal.
Este estudiante –al que en algunos artículos le llamaron “genio” porque superaba por mucho el IQ promedio (de 90 a 109)– ni siquiera se había dado cuenta de que tenía Hidrocefalia hasta que fue al médico por otra enfermedad no relacionada y, en la consulta, fue referido a un especialista (el Dr. Lorber) porque su cabeza parecía más grande de lo común.
A cuarenta años del artículo ¿Tu cerebro es realmente necesario? de Roger Lewin, hay un caso mejor documentado en la actualidad: el caso de Noah Wall, un niño inglés de ocho años que nació con solo el 2% de su cerebro y que, hace unas semanas, fue nombrado como el nuevo Embajador de Variety, The Children’s Charity, una fundación que ofrece tratamientos y equipos médicos a niños con capacidades diferentes. (1)
Un cerebro que se desvanece
En su primer trimestre de embarazo, como es debido, le hicieron un ultrasonido a Michelle, la madre de Noah, y su peor pesadilla se hizo real.
Michelle cuenta que durante la ecografía, la mujer que realizaba el procedimiento, guardó silencio por un buen rato. Entonces Michelle le preguntó si el corazón de su hijo latía.
–Sí late –contestó la mujer–, pero necesito hablar con alguien.
El ultrasonido reveló que la médula espinal de Noah no se estaba desarrollando correctamente; que presentaba un caso de Espina Bífida que le estaba dañando el cerebro.
Conforme avanzó el embarazo, la cabeza de Noah creció desproporcionadamente mientras más se llenaba de agua y el volumen de su cerebro se hacía cada vez más pequeño. El diagnóstico de los doctores fue que el cerebro de Noah se desvanecería por completo.
Los doctores les dijeron a Michelle y a Rob Wall, que su hijo no sobreviviría afuera del útero porque, lo más probable, era que estuviera ausente la parte de su cerebro que controla la respiración y, en caso de poder respirar, tendría graves discapacidades mentales y físicas de por vida.
En cinco ocasiones distintas, el personal médico le propuso a Rob y a Michelle abortar a su hijo, y en las cinco ocasiones los padres rechazaron la opción. Sin embargo, a la par que se preparaban para el nacimiento de su hijo, se preparaban también para su muerte.
“Nunca había visto un ataúd para un recién nacido” –cuenta la madre de Noah en el programa trasmitido por el Canal 5 del Reino Unido, Extraordinary People: The Boy with No Brain.
Llamémosle Milagro, Suerte o Las ventajas de vivir en el primer mundo
Escuchar el llanto de Noah recién nacido fue asombroso, y el hecho de que pudiese respirar por sí mismo fue doblemente asombroso. Los doctores estaban desconcertados porque Noah era capaz de respirar en ausencia de la parte del cerebro que controla la respiración.
Tras una cesárea de emergencia, Noah llegaba al mundo y era un bebé adorable, pero con una cabeza más grande de lo normal y llena de protuberancias, donde se acumularon los excesos del líquido cefalorraquídeo.
Inmediatamente después de nacer, Noah tuvo que pasar por una operación de 5 horas para que los doctores le cerraran su Espina Bífida. La operación fue un éxito.
Pero para mantenerlo con vida y que el daño no fuese mayor, Noah tuvo que ser ingresado de nuevo al quirófano para hacerle un agujero en el cráneo y ponerle una válvula (en español los médicos le llaman a esta cirugía Derivación Ventriculoperitoneal; en inglés Cerebral Shunt) para, poco a poco, drenar el exceso de fluido adentro de su cabeza.
Esta válvula se conecta a una manguera que, por debajo de la piel, pasa por detrás de la oreja de Noah y conduce el líquido hasta su estómago, donde se elimina de manera natural.
Noah parecía un niño normal, salvo que su cuerpo estaba paralizado del pecho hacia abajo. Sin embargo, cuando los médicos le realizaron su primer tomografía afuera del útero de su madre, observaron que Noah poseía solo el 2% de su cerebro; el resto era líquido.
El órgano más incomprendido del ser humano
Desde su nacimiento, Noah fue el proyecto familiar de los Wall. Sus padres y su hermana mayor volcaron sus rutinas 24-7 alrededor del nuevo miembro de la familia.
Contra cualquier conocimiento médico, Noah se convirtió en un mensaje de esperanza para todos aquellos con heridas o anomalías en sus cerebros. Los doctores sacudían sus cabezas y se repetían unos a otros: No lo puedo creer. Noah estaba creciendo como un niño normal.
Los expertos en Neurología explicaban que Noah podía comer, hablar y jugar porque usaba lo mejor de la parte de cerebro que le quedaba, no obstante, no podían explicar su progreso en cuanto a concentración y memoria.
Para resolver el misterio de su neuroplasticidad se esperaron a que Noah cumpliera 3 años de edad. Entonces le realizaron otra tomografía.
Los resultados primero dejaron perplejos a todos, luego los hizo fundirse en lágrimas y abrazos. El cerebro de Noah había crecido un 80%.
La razón de este cambio tan radical en el volumen del cerebro de Noah, se debió a la operación que le hicieron al nacer, en la cual le drenaron el exceso de líquido en el cráneo y le dieron espacio para que –de alguna manera que los neurólogos no pueden explicar– su cerebro creciera; aunado al entrenamiento físico y mental que le dio su familia TODOS LOS DÍAS para ayudarlo a desarrollar su intelecto –estimulación a la que yo le llamaría Amor.
Esta combinación de factores fue justo lo que el cerebro de Noah necesitaba para entrar en acción.
Este 2020 Noah cumplió 8 años de edad y lo celebró jugando boliche. La silla de ruedas en la que anda no es ningún impedimento para él. Noah ha practicado deportes como el paracaidismo y el surf.
El caso de Noah Wall ha replanteado lo que se sabía acerca de la neuroplasticidad. La comunidad científica ha concluido que el cerebro no tiene porque ser de una forma determinada para llevar una vida normal. A lo que yo le agregaría que, si bien, la medicina puede predecir; nunca sabe lo que va a pasar.
Relación: tamaño _ plasticidad_ sinapsis ::: indefinida:::
Excelente interconexión de ideas 🙂
Un caso sumamente interesante
Muy buena nota y la referencia del inicio fue perfecta
¡Buenísimo!
La Fé de los padres de Noha le permitieron tener vida, q bn q se negaron a ahorrarlo, hoy día es la alegría de su casa, Dios obra de maneras q no podemos comprender.
Excelente nota. Me encanta esa manera de referirse al amor. Excelente mi hermano Ponchito.