El Temazcal es una ceremonia femenina de fuego que está conectada a la Madre Tierra y busca equilibrar los cuatro elementos y los cuatro puntos cardinales de manera holística. Durante este ritual se abre la conciencia ancestral del México Antiguo y, de acuerdo a la cosmogonía mexica, se invoca a la Madre de los dioses, Toci, deidad de los médicos, parteras y adivinos; la Abuela del Temazcal.
Un Temazcal literalmente significa la casa donde se suda (del náhuatl temas: sudor / calli: casa). Es un lugar que se usa para una desintoxicación física y espiritual.
Bajo la óptica circular de la vida que tenían los aztecas, los acontecimientos se repiten una y otra vez como en un renacimiento perpetuo pero que va puliendo el ser hasta alcanzar la perfección –parecido al concepto del eterno retorno nietzscheano solo que entendido de forma positiva, pues no se estaba condenado a repetir el pasado sino que se trascendía como quien sube una escalera y deja atrás el peldaño anterior–. El ritual y el templo para volver a nacer del vientre materno es la Tierra.
El Temazcal es un tipo iglú que bien puede ser de adobe o de cañas de carrizo, eucalipto o bambú que luego son recubiertas con lonas y cobijas. En su interior se excava un círculo en el centro, en el cual se van colocando, una a una, piedras volcánicas incandescentes que son rociadas con agua y aceites esenciales –utilizando un ramo frondoso de plantas– que desprenden un vapor aromático que va aumentando el calor adentro del Temazcal hasta alcanzar (más o menos) los 60 grados centígrados.
El Temazcal trae bastantes beneficios para quienes participan en la ceremonia. Se relajan los músculos; el sistema circulatorio y el funcionamiento de los riñones mejoran; la piel se regenera; se descongestionan las vías respiratorias; se expulsan las toxinas acumuladas en los pulmones; la producción de glóbulos blancos se eleva y el sistema inmunológico se fortalece –muy importante ahora en época de pandemia–, sin embargo su mayor beneficio es liberarnos de las emociones negativas que cargamos. Llenarnos de un entusiasmo por la vida, por más lejano que parezca este sentimiento para muchos de nosotros en la actualidad.
Mi experiencia en un Temazcal
Dentro de un centro de rehabilitación, entré varias veces a un Temazcal como parte de las terapias naturistas que ofrecían, sin embargo esta experiencia es diferente. En medio del bosque del pueblo mágico de Amealco de Bonfil (1), la vista es hermosa, ayer hubo luna llena y hoy el sol calienta gratamente y hace brillar a la naturaleza.
Magenta y Dan son los guardianes de la tradición del Temazcal. Juntos representan a la divinidad mexica Ometéotl, que literalmente significa DIOS DUAL (del náhuatl ome: 2 / teotl: dios), deidad que ocupaba el lugar más alto de los cielos como madrepadre del Universo.
Horas antes de empezar la ceremonia, Dan entierra a las Abuelitas y sobre estas prende un fuego con leña para que lleguen al rojo vivo. Dan es el hombre del fuego, responsable de cuidar a las Abuelitas –así le llamamos a las piedras.
Magenta guía la experiencia. Ella es quien une los cuatro elementos y, con su disposición natural para nuestra sanación, nos hace sentir libres y acogidos a quienes participamos en la ceremonia.
El ritual comienza con una mujer que hace sonar una caracola de mar. Es el llamado al elemento AIRE. Uno por uno, los participantes caminamos hacia donde se encuentra Magenta, quien danza sosteniendo con ambas manos una copa que humea eucalipto, limpia nuestra energía sutil, la que recorre a todos los organismos vivos y que, bien balanceada, nos impulsa al amor y a la creatividad. Pero que, al no fluctuar de forma natural, crea desarreglos tanto físicos como psíquicos. A esta energía sutil los griegos la llamaban Pneuma; los hindúes Prana, los japoneses Ki y en la tradición Wicca son los cuatro elementos. El concepto es el mismo: el espíritu que habita dentro de nosotros y que nos armoniza.
Sentados en la tierra alrededor de un círculo cóncavo que metafóricamente es un ombligo del que nos nutrimos como nuevos seres que responden al llamado de la Madre Tierra, esperamos a que Dan introduzca con una pala a las Abuelitas una por una. Están al rojo vivo.
Cada que llega una Abuelita todos la recibimos con respeto y alegría. “Bienvenida, Abuelita” –le decimos a la que va entrando y se acomoda al centro de nosotros (que quede claro que en realidad son piedras, no Abuelitas, solo que así las llamamos por el cariño que le tenemos a la Tierra). Entonces uno de los participantes toma con sus dedos un polvito amarillo –esencia de palo santo, lo rocía sobre la Abuelita que se coloca en medio de todos y dice una palabra para que se transmute en algo positivo.
Son 13 Abuelitas (o sea piedras) las que conforman el círculo. 13 porque el calendario lunar (3) se estable de acuerdo a 13 fases lunares de 28 días por 52 semanas que suman 364 días con un día del No Tiempo para hacer los 365, parecido al calendario gregoriano pero mucho más cósmico.
Dentro del Temazcal se encuentran integrados los cuatro elementos: el AGUA son nuestras emociones y obviamente la que cae sobre las Abuelitas y que hace subir el vapor; la TIERRA son nuestros cuerpos físicos; el AIRE son las palabras y los instrumentos prehispánicos que nos pasamos de mano en mano acompañando a los cantos –la medicina del alma–; y el FUEGO es ese poder extra que, en este caso, es el calor intenso que sentimos y que nos hace sudar demasiado llegando a un extremo que podría ser insoportable. La meditación se vuelve parte de la experiencia pues la idea es aguantar lo más que podamos.
El Temazcal no es como un sauna o unas aguas termales. Es la alegoría al renacimiento, donde se cierra un ciclo y comienza otro. El corazón late con mayor fuerza, te abrazas a ti mismo, a las personas que te rodean y al Universo entero, con el flujo de la espiral hacia el centro, el centro del corazón donde eres el sueño y el soñador; el tejido y el tejedor.
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Me encantó tu reportaje. Muy completo la crónica que haces de tu experiencia, magistralmente realizada. Felicitaciones a ti y a Dan y Magenta.