La música no tiene necesidad de novedad. No importa si han pasado veinte, cincuenta o cien años de haberse compuesto.
El efecto que produce en quien la escucha es igualmente fuerte porque mantiene el talento cómplice de las cosas invisibles que polvean la muerte, peinan las horas, aligeran las noches y hacen que brille el pensamiento del perpetuo movimiento poético.
¿Qué más da si un álbum encuentra su eco años después de su lanzamiento? La vida es breve en comparación al arte.
Mi analogía más puntual del poder de la magia más avanzada (así definió Marilyn Manson a la música) proviene de la obra El Fantasma de la Ópera de Andrew Lloyd Webber, montada en el Royal Albert Hall de Londres para su vigésimo quinto aniversario.
Además de ser un compositor que, al ser rechazado por la sociedad, está muerto en vida, el personaje del Fantasma de la Ópera es un retrato de quien tiene su alma conectada al más allá a través de la música, mediadora entre su mundo metafísico y su mundo sensible, donde involuntariamente lo ciegan sus afectos más íntimos.
En la escena en la que Christine –en un sueño lúcido– atraviesa el espejo y se halla en los túneles donde su “ÁNGEL” la embelesa cantándole The Music of the Night, encuentro el mejor ejemplo de lo que la música provoca en quien abre sus sentidos y, como en la novela de Alicia en el país de las maravillas, se adentra en una madriguera sonora y descubre otras caras de la realidad.
Escribir también es transcribir. Por lo mismo, me permitiré parafrasear algunas líneas de la canción The Music of the Night con el método cut-up como lo hacían William Burroughs y David Bowie, rearmando el texto en un nuevo pero con la esencia de la letra original, en este caso, de Lloyd Webber y Charles Hart –o si somos más románticos–, la esencia del Fantasma.
REVUELVE TU IMAGINACIÓN. Tus sentidos abandonan sus defensas y no pueden resistirse a las notas. TRÉMULA COMO UN RAYO, tierna como la luz de una vela. Escúchala, siente cómo secretamente TE POSEE. Cierra los ojos. SABOREA CADA SENSACIÓN. Deja que el sueño comience y que tu lado más oscuro se rinda al poder de la Música de la noche.
No pude concebir una introducción más exaltada (o mamadora) para el cosmos artístico de la banda que, junto con Radiohead y Nine Inch Nails, es la más respetada e influyente de las últimas tres décadas.
Mi sugerencia es que te ajustes los audífonos para conocer más sobre el mejor álbum de rock de los noventas: ÆNIMA de TOOL.
El primer pensamiento cuando se agrupan las palabras álbum, rock y noventas es el Nevermind de Nirvana, el álbum negro de Metallica, el Ten de Pearl Jam o el OK Computer de Radiohead (disco que merece su propio artículo), sin embargo, hay otras producciones que no obtuvieron la misma palestra en los canales de música que en ese entonces sí eran de música, y es fecha que muchos de nosotros no nos hemos dado el tiempo de escucharlos.
Álbumes como el Dirt de Alice in Chains, el primero de Rage Against the Machine y el ÆNIMA de TOOL siguen esperando a ser descubiertos por quienes gustamos de un rock honesto y original que, a diferencia de otros discos de bandas más populares, han envejecido mejor.
(Ojo que me refiero solamente a la música en inglés. En otro artículo entraremos de lleno en el rock en español)
Luego de aparecer desde un lugar más oscuro que sus contemporáneos con un par de producciones que desde el inicio definieron la grandeza de la banda cuando el rock alternativo tenía el foco de atención, TOOL regresó en 1996 con un LP lleno de emociones más purificadas que empezaban a explorar con el tipo de espiritualidad que definiría sus proyectos posteriores.
En el ámbito artístico donde caben las interpretaciones múltiples y los puntos de vista son tantos que sería un error caer en absolutos, claro que podemos decir que había bandas más técnicas y más progresivas, quizá hasta más creativas, pero ninguna combinaba cada aspecto de su música como lo hizo TOOL con el ÆNIMA.
En una embestida de 77 minutos, con su propio ADN metalero y armónico, TOOL experimentó en este disco con ritmos más complejos y letras que tenían como propósito limpiar lo más sucio del alma a través del coraje, un impulso capaz de hacer consciente lo inconsciente para unirse con uno mismo y después, como sucedió en la iluminación del Lateralus, con el universo entero.
ÆNIMA es la combinación de las palabras ANIMA que en latín significa alma y que en la psicología planteada por Carl Gustav Jung alude a “las imágenes arquetípicas de lo eterno femenino en el inconsciente de un hombre, que forman un vínculo entre la consciencia del yo y el inconsciente colectivo, abriendo potencialmente una vía hacia el sí-mismo”; y la palabra ENEMA, el lavado intestinal mediante una sonda que entra por el ano, un método clínico más común de lo que muchos creen. La combinación sería algo parecido a eliminar la basura superficial adentro de nosotros.
El primer sencillo del álbum fue STINKFIST. Canción que el vocalista Maynard James Keenan en un concierto explicó que trata acerca de elegir la compasión por encima del miedo. El acto sexual del Fisting es solo una metáfora de cómo llenamos el vacío interior.
Todos los videos de la banda los dirige el guitarrista Adam Jones y este no es la excepción. En un live action nos transporta al mundo de arena más extraño que hemos visto mientras tratamos de entender qué demonios pasa con esa raza de personas que chupan tubos y tragan clavos y alambres.
El segundo sencillo fue el track que se titula casi como el disco: ÆNEMA, una canción que –según la misma banda– se pregunta: ¿Y si todo se destruyera y tuviéramos que comenzar de nuevo?
Aunque en la letra se menciona a la ciudad de Los Ángeles, no se refiere específicamente a este lugar, sino que L.A. en este caso representa –a los ojos de Maynard– lo que está mal con el mundo, y hace un llamado al cambio antes de que la ciudad caiga al océano sin que podamos evolucionar como humanidad.
En la entrega número cuarenta de los Grammy en 1998, ÆNEMA obtuvo el Premio a la Mejor Interpretación de Metal. Galardón que se llevaron también en 2002 por SCHISM y ahora en 2020 por 7EMPEST.
Con los poderosísimos riffs en el bajo de Justin Chancellor y la monstruosa maestría del mejor baterista de todos los tiempos Danny Carey, aunados a la guitarra de Jones que pinta por encima y las letras de Keenan como centro filosófico de TOOL, este disco es perfecto cuando la banalidad te tiene harto, con todo y sus tracks que no son canciones sino bromas ácidas.
A 24 años de su lanzamiento en vinil el 17 de septiembre de 1996 y en CD el primero de octubre del mismo año, ÆNIMA continúa recompensando a quienes se obsesionan con los símbolos Junguianos desarrollados en el disco, como en la canción FORTY SIX & TWO en la que se aborda el concepto de la sombra, nuestra parte inconsciente que nos dota de rasgos y actitudes que no reconocemos como propios.
Otra influencia mayor en esta producción fue el comediante de stand-up Bill Hicks, quien falleció en febrero de 1994 y participó con la banda en un par de conciertos antes de que le diagnosticaran el cáncer pancreático que terminó por arrancarle la vida; el cáncer y la presentación en el show de David Letterman (ya grabada) que le vetaron porque los productores y anunciantes consideraron demasiado fuerte para salir al aire.
“Esto es lo que creo –escribió Bill Hicks en una carta dirigida a la CBS tras la censura de su acto–. Las cadenas televisivas y el gobierno le temen al hombre libre que expresa sus pensamientos y su punto de vista porque puede inspirar a otros a pensar por ellos mismos y a escuchar esa voz interior de la razón”.
Dentro del arte del disco hay una pintura en la que aparece Bill Hicks en bata de doctor “estirándole la pierna” (que en inglés significa bromear con alguien convenciéndolo de algo que no es verdad) a un Maynard James Keenan de tres ojos. Además está sampleada una de sus rutinas en el último track del álbum, THIRD EYE, en esta producción, el más emblemático de lo que TOOL representa.
Sin embargo Maynard declaró que ÆNIMA no es un tributo a Hicks ni está dedicado a su memoria –como sí lo está The Bends de Radiohead–, sino que lo incluyeron para que la gente lo conociera post-mortem y su perspectiva se ampliara al oír en las cintas del comediante las conexiones que hay entre sus ideas y las de la banda.
Algo está claro con TOOL: es la banda que más obsesiona a sus seguidores. Y aunque muchos dirán que la arrogancia y los seguidores de TOOL van de la mano –y si entramos en generalidades quizá tengan razón–, Maynard tiene una mejor visión de su audiencia.
“Nuestra música no es algo que solo pones y das golpes con los pies. Es en definitiva un proceso creativo. No se trata de saltar arriba abajo con una frase pegajosa. Se trata de conectar con la música, escucharla y respetar a las personas como artistas y escucharlas con los oídos de un artista. Creo que la mayoría de nuestro público son artistas a su propio modo. Escuchan con sus corazones en vez de mostrarse como un ganado que busca un juguete en su cajita feliz”.