Don Diego de Montemayor fue el primer feminicida de Nuevo León.
Entre todos los mal viajes que ha traído la pandemia este 2020, en una sociedad masculinizada como la mexicana, la violencia de género no es la excepción.
Durante esta cuarentena que parece no tener fin, en la que la norma es quedarse en casa; los feminicidios en México aumentaron. De acuerdo al Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública, Nuevo León ocupa el cuarto lugar a nivel nacional, superado solo por el Estado de México, Veracruz y Puebla.
Estás enseñando mucha pierna
Sin caer en los maniqueísmos que separan a la población entre buenos y malos, mientras discutimos si es correcto o no decirle a la mujer que “baje la pierna”, la pregunta se cierne entre los neoleoneses: ¿Serán este tipo de asesinatos parte de nuestra idiosincrasia regia?
Esta incógnita toma más fuerza si recordamos el hilo de Twitter en el cual la periodista Liliana Cavazos compartió un dato que pocos conocíamos. El fundador oficial de Monterrey, Diego de Montemayor, fue el primer feminicida de la ciudad.
Para contextualizar el escenario en el que ocurrió este crimen, el historiador Héctor Jaime Treviño Villarreal, mejor conocido como Tito Sabinas, en una charla con el periodista Mario Gámez en su programa La Grillotina que se transmite en Dominio Radio, relata lo que en los libros de texto no está escrito:
La historia misógina en donde solo aparecen los hombres, principalmente tres: Luis Carvajal y de la Cueva, Alberto del Canto y Diego de Montemayor, todos fundadores de Monterrey, siendo este último el oficial y ganándose la ilustración en la estampita que comprábamos en la papelería antes de existir Wikipedia para hacer la tarea.
SUBÁMONOS AL DELOREAN Y VIAJEMOS EN EL TIEMPO AL SIGLO XVI
Miles de judíos españoles y portugueses (en ese tiempo Portugal pertenecía a España) llegaban en barcos al Nuevo Mundo huyendo de Europa a causa de la Santa Inquisición –que de santa no tenía mas que el nombre–, maquinaria maléfica dirigida por la Iglesia católica de esa época que se dedicaba a suprimir la herejía con la pena de muerte, persiguiendo y acusando a todos los no cristianos, incluidos a los que la Iglesia llamaba “marranos”, los practicantes del judaísmo.
Corría el año de 1572 en la Nueva España cuando el alcalde de Tampico, Luis Carvajal y de la Cueva, un señor de origen portugués y judío, realizó con su banda de aventureros y vándalos una exploración minera a Zacatecas para suministrarse de plata, la industria boyante de esos días.
Sin embargo estando en aquella ciudad Carvajal se quedó sin dinero para regresar a Tampico.
LO QUE QUERÍA ERA PLATA
En este viaje en busca de plata a Zacatecas, Carvajal llevó a varios de sus esclavos, incluido al más caro, un africano que costaba 300 pesos de esa época.
Aunque estaba prohibido por las leyes de la Colonia esclavizar y comercializar a los nativos del México Antiguo (salvo si se portaban “mal” y al parecer todos se portaban “mal”), Carvajal vendió a sus esclavos y consiguió los recursos que necesitaba para su camino de vuelta a Tampico.
Carvajal y su banda tomaron una ruta desconocida –en ese tiempo no había mapas del territorio mexicano– que los llevó inesperadamente a un valle hermoso rodeado de elevaciones naturales, engalanado por una montaña muy parecida a una silla de montar y adornado por manantiales y arroyos que fluían por todos lados.
Valle de Extremadura
Simplemente imaginen el río Santa Lucía y el río Santa Catarina colmados de agua cristalina y no con el agua revuelta del Alex o del Gilberto. A esta tierra virgen recién descubierta, Carvajal la llamó Valle de Extremadura.
Pero poco le interesó esta maravilla para poblarla, él lo que quería era plata.
“Nosotros como somos muy centristas –le dice Tito Sabinas a Mario Gámez en el programa de radio–, hablamos como si Monterrey fuera la base de toda la historia. Lo cual no es cierto. Incluso en la Independencia eran más fuertes Linares y Montemorelos que Monterrey. ¿El primer gobernador de dónde fue? De Montemorelos. ¿El segundo gobernador? De Linares. Para que veas de donde mascaba la iguana”.
Biografía de Diego de Montemayor: EL SEGUNDO FUNDADOR (ilegal) DE MONTERREY
En 1577 surge el segundo personaje de esta historia: el capitán Alberto del Canto, “un tipo de telenovela”, de ojo azul y con buen verbo, quien sin permiso del Rey “fundó” Saltillo y después Monterrey.
No obstante en las tierras regias solo sembró el terror esclavizando nativos.
Entonces desde la Nueva Galicia (en Jalisco) las autoridades españolas mandaron encarcelar a Alberto del Canto por andar invadiendo territorio y fundando ciudades que no le correspondían, además de esclavizar a las personas, que también estaba prohibido.
Sin embargo nuestro galán de telenovela se fugó de la prisión de Nueva Galicia y se refugió entre el pueblo indígena.
Pasado un tiempo se regresó a Saltillo donde vivía nuestro tercer personaje de esta historia: Diego de Montemayor, quien había llegado a la Nueva España en 1530 procedente de España o de Portugal (no se sabe).
Y JURÓ NO CORTARSE LAS BARBAS
En 1580 el alcalde de Saltillo era Diego de Montemayor, un militar que se había casado en tres ocasiones. Primero con Inés Rodríguez (quien nadie sabe cómo murió), luego con María de Esquivel (quien tampoco nadie sabe cómo murió) y finalmente con Juana Porcallo, una mujer de ascendencia portuguesa mucho más joven que él y con quien tuvo una hija llamada Estevanía, quien más adelante también tendrá relevancia en esta historia.
Juana Porcallo tenía un amorío con Alberto del Canto (no hay necesidad de decir más al respecto).
Cuando Diego de Montemayor se enteró de que su esposa le ponía el cuerno, fingió irse en una misión solo para sorprenderlos en la cama esa misma noche.
Si Alberto del Canto se escapó de prisión ¿por qué chingados no se iba a escapar de la casa de Diego de Montemayor cuando este apareció de repente? No obstante Juana Porcallo o no quiso o no pudo escapar.
Espada de Diego de Montemayor
El hecho es que Diego de Montemayor la atravesó con su espada y en su lecho de muerte este cabrón juró no cortarse las barbas hasta encontrar y matar a del Canto.
En ese entonces había una pendejada grandísima llamada Fuero Real que beneficiaba a los hombres “ofendidos” y estipulaba que no se presentarían cargos en contra del hombre engañado si este mataba a su esposa y/o al amante de su esposa.
Así que amparado por las leyes de aquel tiempo, Diego de Montemayor siguió con su vida sin problema alguno. Y para meternos de lleno en la desigualdad tremenda de este México hipermachista, si una mujer –cuenta Tito Sabinas– se enteraba que su marido la engañaba y esta lo mataba; ella era acusada de homicidio y condenada a la muerte.
“Para el pelado nada. Y para la dama, todo el peso de la ley. Terrible la injusticia”
Nadie sabe de qué manera Luis Carvajal y de la Cueva convenció a Diego de Montemayor de que olvidara su venganza contra Alberto del Canto, pero sucedió.
Y lo más loco de esta historia es que para cerrar esta infamia asesina y conciliar la paz entre de Montemayor y del Canto; Estevanía se casó con Alberto.
Sí, leyeron bien. La hija de Juana Porcallo y Diego de Montemayor se casó con el amante de su madre asesinada por su padre.
Historia de Diego de Montemayor: LO QUE SÍ NOS ENSEÑARON EN LA ESCUELA
Con autorización de la corona española, Diego de Montemayor, acompañado de doce familias como en una historia del antiguo testamento bíblico, dejó Saltillo y viajó al Valle de Extremadura para fundar el 20 de septiembre de 1596 la Ciudad de Monterrey, parte del Nuevo Reino de León que –según Wikipedia– en ese entonces abarcaba desde el nacimiento del Río Pánuco hasta nuestra frontera con Texas.
En efecto Diego de Montemayor fue un feminicida, además protegido por un Estado machista. A mí solo me queda la duda de cómo murieron las dos mujeres con las que estuvo casado antes de contraer matrimonio con Juana Porcallo. Podríamos estar hablando de un feminicida serial.
De casarse con quienes provocaron la muerte de sus madres a casarse entre primos, hay mucha mejoría.
Una versión bastante interesante y educativa que no te enseñan en la escuela
Muy interesante, y obvio de esto no se va a hablar en los libros de texto.
Maldita injusticia, los pelados si pero las mujeres no podían, me recargo en la pared. Muy buen artículo y de fácil lectura.
Además de lo interesante y fuera de lo común (como bien ya se dijo, esto no lo vemos en los libros de te xto), el lenguaje y referencias amenizan los datos históricos.
Entre risas y asombro me llevas a cientos de años atrás en menos de 5 minutos. Abrazo fuerte Alfonso.